sábado, 20 de febrero de 2010

-Y me sentí atravezada por tanto aire que el sonido se convirtió en luz-

Facundo reclamaba piedad y suplicaba ternura. Sólo eso. Un poco de su paz. Quería toda su naturaleza y más. La quería tanto que no podía dejarla ir. La deseaba tanto que prefería verla morir. Anhelaba que fuera la mañana para poder dejar de pensar en aquello y que la luz del día le diera claridad.
Necesitaba libertad, necesitaba del azul del mar y la soledad del desierto. Quería morir, al menos por un rato. Morir y regresar. Regresar y enterrar todo el mal del mundo. Quería sonreír. Quería sentir.
Quería vivir.
Despertó y entendió que amar nunca había sido tan claro.

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